2º Lugar
Eduardo BastТas Guzmán
En el frío inicio de la noche del 14 de abril de 1895 cuando, entre rezagadas nubes de lluvia, una soberbia luna comenzaba a disponer de todo el cielo, en un conventillo del Cerro Lecheros de Valparaíso, dos mujeres, por celos, se batieron a duelo con cuchillo y navaja, quedando una de ellas mortalmente herida.
La tragedia vino a culminar la caprichosa tela de hilos, tan ajenos unos de otros, como el accidente que detuvo al tren expreso que se dirigía desde Santiago a Valparaíso, la noche anterior al suceso. La luz roja en la vía que frenó las ruedas del tren nocturno, a dos kilómetros de Lampa, había sido insospechado vaticinio del drama que estaba por acontecer.
Alfonso no advirtió en aquel aviso de peligro un presagio de su propia fatalidad; habituado a percances en la ruta, no tardó en resignarse a una larga espera, en cuanto divisó la línea de rieles atascada por otro tren.
Mientras la locomotora, exhalando vapor, aguardaba impaciente en la húmeda oscuridad de la noche, el maquinista se encaminó sobre la trocha iluminada por el potente foco de la máquina, hacia donde yacía el tren de carga número 20, descarrilado en sus tres últimos vagones.
Con remolonas nubes de agua y asomos de luna llena, la noche se extendió hasta que el aroma de arbustos y rocío se mezcló con el sudor de animales que, en pinzas de caballos de tiro y yuntas de bueyes, lograron enderezar cada vagón con su carga, cuando la dé bil luminosidad del alba anticipaba que el sol ascendía tras las cumbres.
Despejada la vía, La Vencedora, una de las diez locomotoras inglesas de chimenea negra con borde de bronce, que corrían entre Santiago y Valparaíso, pudo proseguir su marcha. El fogonero cargó de carbón la caja de fuego y Alfonso impulsó el vapor necesario para el pesado reinicio de la carrera, apoyando su mirada sobre los rieles y pensando en que tendría que justificar ante su esposa las razones de la demora.
Continúa…