“PALABRAS” “PERDIDAS” “EL” “MUNDO” “DE” “LAS”
Catherine Fieldhouse Alarcón
Estoy en un cuento. No, esas no son las palabras. Soy un cuento y poco entiendo.
¿Quién escribe esta historia? ¿No serás tú? ¡Ja! ¿O yo? ¡Doble ja! O se escribe sola, con las palabras que no se dijeron y que nadie sabe dónde quedaron, armando algo que pudo ser.
–¡Ester, deja de mirar como una estúpida! ¿Quién se llevó la victoria en la batalla de Cancha Rayada?
–Miss Adelina, disculpe, no le escuché –digo, oponiéndome a la cordura, y veo a la Miss escupiendo su rabia por no haber tenido sexo con el profesor de filosofía anoche.
–Los realistas –me susurra la respuesta mi gran amiga Marisol, que es como María Asoleada y Sonriente Siempre y me tiene paciencia, aunque yo ya le dije que leo el pensamiento, si a veces las emociones resuenan y también las palabras sueltas, las que se perdieron (lo que es más fácil) que quedan tiradas por ahí, las que puedo escuchar o leer… Marisol se ríe al comprender mi maldad cuando ve que yo no contesto, porque quiero ver hervir a la Miss, aunque me anote de nuevo y me mande a inspectoría y me diga que mi papá venga a buscarme y yo le lea algo en su mente babosa y depredadora y prefiera pedirle a mi mamá que venga, la que vuela como un pájaro. No les he contado de mi madre y no les contaré en este cuento nada. Ella sola da como para una novela y este es sólo un cuento. Oh, no, la palabra “sólo” no sirve, porque no traduce la idea al minimizar el cuento contra la novela. ¿Dónde están las palabras que no se dijeron, y que rodaron por una mesa, cayendo, y siguieron por la orilla del suelo embaldosado a tablero de ajedrez, llegando hasta la línea de unión del muro con ese piso de un departamento alquilado hace diez años… Palabras, palabras perdidas.
Continúa…